Más de 160 años dan forma a la historia del faro de Trafalgar. Esta icónica luminaria se sitúa en una pedanía de Barbate, Caños de Meca, una de las zonas más densas en cultura y pasado del litoral andaluz, enriquecido por el paso de griegos, romanos y árabes, sin mencionar batallas tan trascendentales como la de Trafalgar.

Incluso para el visitante accidental, una breve visita al faro de Trafalgar revelará las maravillas de esta edificación, caracterizada por sus 34 metros de altura, su forma troncocónica y la inconfundible blancura de sus piedras. Se yergue sobre una plataforma de 250 metros de ancho y 500 metros de largo. Próximo al faro encuentra su sitio un modesto edificio con distintas habitaciones para su mantenimiento.

El faro de Trafalgar se alza sobre el denominado tómbolo del mismo nombre, compuesto por el cabo homónimo y un istmo, declarado en su conjunto como ‘Monumento Natural’ por la Junta de Andalucía. Sus orígenes se remontan a mediados del siglo XIX, y se ubica en la playa de Trafalgar de la localidad de Caños de Meca.

Y es que una de las mejores actividades que hacer en Caños de Meca es, precisamente, recorrer la playa del faro de Trafalgar. Este arenal de unos 2 kilómetros de longitud destaca por sus aguas cristalinas, de un azul intenso, en contraste con el dorado de su arena. Pese a su atractivo, es un paraje de ‘mirar y no tocar’. ¿La razón? El baño está prohibido debido a la peligrosidad de las corrientes que imperan en esta playa, donde se forman grandes olas y una bajamar capaz de arrastrar mar adentro a los bañistas.

Historia del faro de Trafalgar en Caños de Meca

El cabo y el faro de Trafalgar debe su denominación a la presencia árabe en la región y proviene, en concreto, del arabismo ‘Ra’s Taraf al Ghar’, que puede traducirse al español como «el cabo de la cueva». La palabra alcanzó fama internacional en 1805, durante la batalla naval de nombre homónimo que enfrentó a las potencias del Reino Unido, Rusia, Austria, Nápoles y Suecia contra la alianza franco-española comandada por Napoleón Bonaparte.

Oficialmente, la historia del faro de Trafalgar se inicia en 1857, cuando al ingeniero y arquitecto Eduardo Saavedra y Moragas (1829 – 1912) se le encomienda la edificación de un faro en el término municipal de Barbate. Tras su construcción satisfactoria, el faro alumbró por primera vez estas costas el 15 de julio de 1862. Con razón, se considera el XIX como el Siglo de Oro de la erección de faros.

Con anterioridad a esta fecha, en el mismo emplazamiento del faro, se encontraba un templo consagrado a la deidad romana de Juno. Con la llegada de los musulmanes en el año 711, estos usos se perdieron, y hacia el siglo IX, los árabes levantaron una torre de vigilancia, aún existente en las inmediaciones del actual faro, aunque reducidos a unos pocos restos arqueológicos.

Avanzado el siglo XX, el faro de Trafalgar se perfecciona con la instalación de una nueva y potente luminaria, en una obra acometida por el ingeniero de caminos y puertos Francisco García de Sola (1882 – 1957). Sin embargo, esta modificación abrió la puerta a un problema inesperado: la fragilidad constructiva del faro ante el peso de la nueva luminaria.

Por esa razón en 1929, sólo unos años después, la torre del faro recibe una reforma drástica de la mano del ingeniero Carlos Iturrate, a quien debemos los actuales refuerzos con mortero hidráulico y fábrica de ladrillo; además del revestimiento exterior, se acometieron mejoras en la vivienda destinada a los responsables del mantenimiento y vigilancia del faro.

En la década de 1980, se efectuó una pequeña ampliación del faro de Trafalgar, consistente en la incorporación de una cochera para los vehículos que posibilitan los desplazamientos por los contornos del lugar. Esta fue la última modificación que sufrió el faro en su historia.

En décadas recientes, el valor turístico del faro de Trafalgar se ha acrecentado de manera considerable, pese al progresivo abandono de su uso como luminaria de barcos próximos al cabo, una consecuencia inevitable de la navegación satelital mediante GPS y otros dispositivos. Con el fin de darle una segunda vida, en 2015 se aprueba la conversión del faro en hotel de lujo, proyecto que finalmente no llegó a materializarse.

La historicidad de los asentamientos previos al faro de Trafalgar aumenta su interés en 2021, con el hallazgo de distintos restos arqueológicos: un pequeño Baelo gaditano, diversas tumbas megalíticas de la Edad de Bronce, una segunda necrópolis con 4 mil años de historia o distintas villas y baños romanos. 

Desde luego, es indiscutible el valor turístico, histórico y cultural de este icónico faro de la costa gaditana. Su visita es un excelente pretexto para explorar otras maravillas de Caños de Meca y del resto de Barbate, como las torres de Meca y de Tajo, la Ermita de San Ambrosio, el Castillo de Zahara de los Atunes o el Palomar de la Breña.